Pedir no es siempre algo fácil de hacer. Implica muchas veces valentía, humildad y una cierta forma de renuncia. Querido(a) amigo(a), cuando te encuentras al final de tus fuerzas, ¿te atreves a pedir ayuda?
Jesús mismo nos invita a hacerlo: “Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:14). ¡Pero para que Jesús pueda actuar, primero tenemos que pedírselo!
Hace poco, una de las lectoras de “Un Milagro Cada Día” me compartía sus dificultades a la hora de confiar en Jesús. Me contó cómo le tocó vivir una situación tan complicada, que llegó a perder los nervios y a experimentar ansiedad. Su entorno e incluso su propio cuerpo se resintieron por ello.
Y tú, querido(a) amigo(a), ¿hay alguna necesidad en particular que quisieras confiar a Jesús?
- ¿Quizá estás experimentando problemas relacionales, o tensiones con tu pareja?
- ¿Tienes un bajón de confianza, o te ves que te falta perseverancia?
- ¿Tu estado de salud no es bueno, o padeces una enfermedad?
- ¿Sufres episodios de depresión, estrés o angustia?
- ¿Tienes problemas financieros, deudas, o te encuentras sin empleo?
¡No dudes de acudir a Jesús en medio de estas circunstancias, y de pedirle ayuda! Aunque se trate de una “gran cosa”, de algo que parezca imposible, ¡acude a Jesús! Sencillamente ábrele tu corazón y háblale con toda sinceridad. Para Él no hay nada imposible, y aunque a veces parece que la respuesta tarda, ¡no dejes de orar y de confiar en Su respuesta para tu vida! (mira Lucas 11:9-10).
¿Quieres orar ahora conmigo? “Señor Jesús, reconozco que he llegado al límite de mis fuerzas y que necesito Tu ayuda. Tú conoces mis dificultades, y sé que no hay nada imposible para Ti. ¡Te confío mi situación, y creo que todo lo que pido en Tu nombre, lo harás! Es en Tu nombre, Jesús, que oro. Amén”.