Durante estos días, hemos considerado la importancia de buscar la Presencia de Dios en nuestro día a día.
¡Creo que esto se está convirtiendo en un hábito en tu vida, y por ello te felicito!
¿Alguna vez has venido ante la Presencia de Dios simulando que todo iba perfectamente, cuando en verdad todo estaba yendo mal? A veces oramos y decimos con nuestros labios “Gracias Señor, por tu Presencia, porque puedo contar contigo…”, cuando, por dentro, estamos totalmente desanimados, desesperados, y no creemos realmente lo que estamos diciendo. Entonces, ¿por qué no abrirle el corazón a Dios y decirle exactamente cómo nos sentimos, en vez de tratar de aparentar?
En efecto, la Presencia de Dios es ese lugar tranquilizador, ese “lugar” donde puedes ser tú mismo(a), sin temor de ser juzgado(a). Dios te ama tal y como eres. ¡Sí, querido(a) amigo(a), puedes mostrarte tal y como eres ante Dios, no tienes que fingir ni ponerte una máscara cuando te acercas a Él!
Dios es tu Creador, y Él te conoce profundamente. Él conoce los secretos de tu corazón, y sólo espera una cosa: que seas sincero(a) con Él, y que le cuentes aquello que te preocupa, tus problemas y alegrías, como harías con tu mejor amigo.
Dios quiere derramar Su amor sobre ti, hasta en los rincones más recónditos de tu ser. Permíteme darte un consejo basado en las Escrituras: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos” (Salmo 139:23).
Te animo a que invites al Señor:
- a examinar tu corazón
- a probar tus pensamientos
- a conocer tus motivaciones, tus intenciones
Sí, querido(a) amigo(a), entrégale todo tu ser, ven ante Su Presencia tal y como eres. Puedes decirle ahora:“Gracias, Señor, por haber hecho bien a mi vida (mira Salmo 116:7). Vengo tal y como soy ante Ti, entro en tu reposo. Gracias por Tu Presencia que me tranquiliza. Te adoro, y te gracias por amarme tal y como soy. ¡Amén!”