¿Alguna vez te has cortado? Cuando sangras, sabes que es importante desinfectar bien la herida para evitar que se infecte.
Todos nos enfrentamos en ocasiones con situaciones graves, que duelen tanto o más que un corte.
En esos momentos es fácil sentirse descontentos, frustrados y enfadados. Rumiamos ese enfado, lo alimentamos, y, como bien sabes, aquello que alimentamos termina creciendo. En definitiva, si esa ira no es tratada, termina por infectarse.
A veces puede infectarse tanto que llegue a manifestarse incluso en forma de violencia. Es por ello que es tan importante sanar esas heridas que producen ira en nosotros.
La Biblia dice: “Porque el enojo mata al insensato, y la ira da muerte al necio” (Job 5:2) ¡Y yo sé que tú no eres insensato(a), querido(a) amigo(a)!
Sin embargo, si te sientes aludido(a), ¡debes saber que Cristo es tu esperanza! Él murió por ti, con el fin de que seas realmente libre de todo aquello que te esclaviza, incluida la ira.
Si lo deseas, puedes orar ahora conmigo: “¡Señor, te necesito! Sana mi corazón de la ira, purifica mis pensamientos. Gracias por tus cuidados en mi vida, en mi alma. ¡Gracias por la total sanidad que me das!”
Y si eres víctima de la ira de otras personas, te invito a que ores por ellas. ¡Dios puede hacer un milagro también en sus vidas!