A lo largo de mi ministerio, Dios me ha dado la preciosa oportunidad de ver vidas tocadas y transformadas por Su amor. ¡Alabo y doy gracias al Señor por todos los testimonios que recibo de personas que han sido bendecidas.
Sin embargo, es cierto también que he cometido errores, quizás más que los demás. Y lo que he aprendido es que lo importante son las decisiones que se toman después de los errores.
- ¿Qué lección puedo sacar de ellos?
- ¿Qué acciones debo tomar?
- ¿A quién debo pedir perdón?
- ¿Qué cambios tengo que hacer?
Esto me hace pensar en Zaqueo. Este hombre era recaudador de impuestos en tiempos de la ocupación romana. Además de trabajar para el “enemigo” de su pueblo, cobraba a la gente de más cuando recogía los impuestos. Ni que decir tiene que Zaqueo no era apreciado en absoluto por el pueblo de Israel.
Un día, Jesús cruzó la ciudad y escogió la casa de ese hombre para alojarse en ella. Puedes leer la historia de su encuentro en Lucas 19:2-9.
Zaqueo encontró a Jesús, y tomó enseguida consciencia de cuánto necesitaba un cambio en su vida. ¡Fue tan radical su cambio, que se comprometió a dar la mitad de sus bienes a los pobres, y a devolver hasta el cuádruple a los que había cobrado de más! “Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham” (Lucas 19:9).
Lo que cuenta no es cuántos errores has cometido en el pasado, sino la medida del amor de Jesús por ti. ¡Puedes estar seguro de que Él te ama, y de que Su amor por ti no ha cambiado, ni cambiará nunca!
Si te vuelves hacia Él con el deseo de cambiar tu vida y tu forma de actuar, Él te recibirá con los brazos abiertos. Te librará de la culpabilidad y de la vergüenza, serás una nueva persona, y te convertirás en una fuente de bendición para los demás.